En el camino al cambio que queremos llevar a cabo y mejorar nuestra calidad de vida, nos hemos topado con varias cosas que han
llamado nuestra atención. Una de ellas es simplificar nuestra vida.
Esto significa que queremos tener más control de qué
hacemos con nuestro tiempo y, aún más importante, darle valor.
Fuente: http://inspiramundo.com/
¿Cuánto tiempo hace que no jugamos con nuestros hijos?
¿Cuándo fue la última vez que salimos a dar un paseo con nuestras parejas?
¿Cuánto tiempo somos capaces de pasar sin mirar nuestros teléfonos móviles?
¿Cuándo fue la última vez que hicimos algo para nosotros mismos?
Vivimos en un mundo en el que todo lo hacemos con prisa.
Vamos de casa al trabajo y del trabajo a casa corriendo, como autómatas, sin
disfrutar del camino. Salimos a comprar los fines de semana y festivos porque
no tenemos tiempo entre semana para hacerlo. Nos metemos en centros comerciales
donde nos servimos nosotros mismos (Ay! esto da para otro post. Qué poco me
gusta a mí lo de que nos sustituyan por máquinas y lo consintamos alegremente…).
Dejamos que nuestros hijos jueguen solos (es más, les compramos cada vez
juguetes más sofisticados) porque no tenemos tiempo que ofrecerles.
Y esto, no sé a vosotros, pero a nosotros nos produce
estrés. Por lo tanto, hemos empezado a sacar de nuestra vida cosas que nos
parecen innecesarias, poco positivas y que nos impiden disfrutar del momento.
Por ejemplo, una de las cosas que nos molesta sobremanera
es la televisión.
La televisión, con la publicidad, fomenta el ansia de
consumo. Nos muestra personas que viven en una casa grande en un entorno
idílico; que tienen un coche deportivo que no corre, vuela; que van a la moda y
que aparentan veinte años menos. Y nosotros nos creemos que nuestra vida debería
ser así. Que no podemos ser felices si no tenemos todo lo que esas personas,
sonrientes y guapísimas de la muerte, tienen.
Por eso, hemos decidido no ver televisión excepto para ver
algún programa que otro muy seleccionado. Si queremos ver una serie o alguna
película, lo hacemos en el ordenador o ponemos un DVD. De esta manera, se
convierte en un mero entretenimiento (que es lo que buscamos en ese momento) y
no nos sentimos compulsados a comprar algo que no necesitamos. Seguramente, en
un futuro, lleguemos a prescindir de ella. Todo se andará.
Otro de los propósitos, es deshacernos de cosas que ya
tenemos pero que no usamos y que, por lo tanto, sólo sirven para ocupar espacio.
¿Realmente vamos a volver a hojear esas revistas de deporte que llevan meses
(si no años) en el altillo de la habitación? Algunas están hasta con el
plástico! ¿Y el recuerdo de la comunión del primo Manolo…? Y la cristalería de
la abuela!! De acuerdo, lo entiendo, tiene un valor sentimental enorme pero ¿realmente
nos gustan los vasos de cristal de colorines y con florecitas grabadas?
Los recuerdos están en nuestra cabeza, no en las cosas.
Cualquier cosa que no hayamos usado en un año (ejem, o seis meses), no la
necesitamos. Tendemos a guardar cosas por si acaso. Y esas cosas ocupan un
espacio en nuestras vidas que podríamos llenar con experiencias o cosas nuevas,
si realmente son necesarias (útiles) para nosotros. Debemos hacer las paces con
nuestra conciencia, respirar hondo y venderlas, regalarlas o incluso tirarlas. Y
seguir con nuestra vida, la vida presente, que es lo único real que tenemos.
Una de las cosas que más tiempo nos roban son las redes
sociales… Tener actualizado el perfil de Facebook, Twitter, Instagram…, etc. conlleva tiempo y energía que estamos usando para dar a conocer al mundo entero
qué hacemos en nuestra vida. Pero claro… Nadie cuelga fotos en Facebook
mientras hace la compra, tira la basura o limpia el baño. Todos colgamos fotos
en las que nos lo pasamos bien.
Es curioso pero imaginad qué extraño debe ser tener tiempo
para hacer cosas que nos gustan, que pasamos la mitad del tiempo en la redes
sociales publicando para que los demás vean que ¡¡nos lo estamos pasando bien!!
Y la otra mitad, viendo lo bien que se lo pasan otros y sufriendo porque
quisiéramos estar haciendo eso mismo en este momento.
Reconozco que yo soy la primera adicta a Facebook, así que
he tomado la siguiente determinación: he eliminado la aplicación de Facebook de
mi móvil. Se acabaron las notificaciones. A partir de ahora, me conectaré desde
la página web para compartir las publicaciones de ayuda a los peludetes y ver en qué
andan mis amigos, un par de veces al día. Trataré de invertir mis ratos de
aburrimiento en algo más productivo que en cotillear qué hace el resto del
mundo (como escribir en el blog, jeje). Seguro que mi hijo, me agradecerá que
le preste más atención en lugar de estar mirando cada media hora el móvil (o
cada vez que lo tengo en la mano, glups).
Y
vosotros, ¿qué podéis hacer o qué hacéis para simplificar vuestra vida?
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