Soy animalista. Los animales me parecen los seres más puros
del planeta. Actúan por instinto, sin maldad. Siguiendo las leyes que les dicta
la naturaleza. Hace unos años que empecé a ser consciente del sufrimiento que
el ser humano y nuestra “evolución” les causamos (sí, evolución entre comillas
porque a mí no me parece que lo que hacemos sea evolucionar, sino más bien
involucionar). Y empecé a intentar ayudarles hasta donde yo pudiera. Y con el
tiempo libre que tenía (y tengo), que es casi nulo, empecé a ser casa de
acogida para gatos.
Si te estás planteando, como nosotros, dar este paso, yo te animo a ello. No es fácil. Seguramente encontrarás gente muy cercana a ti que no te apoyará. Es posible que hasta tengas que cambiar tu círculo de amigos (de momento nosotros nos estamos planteando ampliarlo). Nadie dijo que esto fuera fácil. Pero sé consecuente con tu decisión y defiende tus ideales. Por los que no pueden defenderse y por el planeta. Por tu conciencia. Por ti.
Entonces te metes de cabeza en un mundo que te pone los
pelos de punta y te hace dejar de creer en el ser humano. Pero al mismo tiempo,
conoces gente maravillosa que se desvive por los animales y piensas que la
balanza se está compensando. Y pasando tiempo con estas personas tan solidarias
que invierte su tiempo, su dinero, su vida, por ellos, aparece la palabra
“vegetariano” en tu vida.
Al principio no le di importancia. Una opción como otra
cualquiera. Pero la palabra siguió resonando en mi mente, sin darme cuenta,
llegando a sitios recónditos de mi cerebro. Y un día, sin saber cómo, mi
cerebro hizo un clic: ‘si yo defiendo a estos animales, les acojo, les cuido,
les busco alguien que les quiera, ¿por qué permito que se maten a otros y lo
que es peor, me los como?’ Y ahí es donde empecé a pensar en lo hipócrita de la
vida que estaba llevando hasta ahora. Y empecé a investigar…
Hace ya un año que me compré mi primer libro de cocina
vegetariana. Con pautas para ir transformando mi dieta. Hay vegetarianos que se
lanzan de un día para otro. Yo tardé mucho más. Ya hacía tiempo que no tomaba
leche en el desayuno (era el único cambio que había sido capaz de hacer y me
resultó muy fácil) pero el hecho de dejar la carne… ¿Qué iba a cocinar
entonces? Tengo que decir que a mí nunca me ha apasionado la verdura y no sólo
de pan (y pasta) vive el hombre, así que dar ese paso, me estaba costando
horrores.
Afortunadamente, tengo en mi vida al hombre más maravilloso
que se puede tener como compañero y decidió andar el camino conmigo. Él es
mucho más resolutivo que yo. Tengo que reconocerlo. A mí los cambios me
cuestan. Una vez que lo he decidido, me lanzo a ello con la mayor de las
ilusiones, pero hasta que me decido, uff! me cuesta.
Así que, de su mano, en febrero de este año nos lanzamos a
dejar de comer carne, lácteos y sus derivados. De momento aún consumimos
pescado y huevos, estos últimos sólo del 0 o el 1, que son los que garantizan
que las gallinas son criadas en libertad (si quieres tener más información al
respecto, pincha aquí), con la intención
de llegar al veganismo. Y estamos descubriendo un mundo de sabores, colores y
texturas. En nuestra investigación, estamos aprendiendo un montón sobre
nutrición y nos hemos fijado una fecha para dejar de consumir pescado (el
próximo 1 de agosto).
Si te estás planteando, como nosotros, dar este paso, yo te animo a ello. No es fácil. Seguramente encontrarás gente muy cercana a ti que no te apoyará. Es posible que hasta tengas que cambiar tu círculo de amigos (de momento nosotros nos estamos planteando ampliarlo). Nadie dijo que esto fuera fácil. Pero sé consecuente con tu decisión y defiende tus ideales. Por los que no pueden defenderse y por el planeta. Por tu conciencia. Por ti.
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Espero que el post te haya gustado.
Seguro que tú también tienes algo que compartir, así que animate y deja aquí tu comentario