El mes
pasado estuvimos de luna de miel en Kenia. Elegimos este destino porque
queríamos ver a los animales en su medio natural aunque es cierto que teníamos
un poco de miedo por si acabábamos financiando una especie de zoo. Pero nada
más lejos de la realidad.
Aunque sí es cierto que las visitas son a parques naturales, éstos están abiertos. Es decir, el acceso por carretera está vallado pero luego, a parte de que son extensiones de terreno enorme, los animales entran y salen a su antojo. No es extraño ver animales mientras viajas de un parque a otro, por los caminos o incluso desde la “autopista”.
Aunque sí es cierto que las visitas son a parques naturales, éstos están abiertos. Es decir, el acceso por carretera está vallado pero luego, a parte de que son extensiones de terreno enorme, los animales entran y salen a su antojo. No es extraño ver animales mientras viajas de un parque a otro, por los caminos o incluso desde la “autopista”.
Todos
los parques están controlados por policía militar que vela por la seguridad de
las especies que viven allí. En más de una ocasión nos hicieron controles e
incluso podías verlos haciendo rondas a pie o en campamentos.
Pero aún
así, los animales no están seguros del todo. Los furtivos consiguen esconderse
y en ocasiones, matar elefantes, rinocerontes y otros animales. En nuestro
penúltimo día en Nairobi, estuvimos en el David Sheldrick Wildlife Trust,
un orfanato de bebés elefante que se dedica a recoger aquellos elefantes que se
quedan huérfanos cuando los cazadores furtivos matan a sus madres para
conseguir el marfil de sus colmillos.
Los
elefantes son atendidos en este centro hasta los 3 años, período de su vida en
el que tienen que complementar su alimentación vegetal con leche materna. Estos
elefantes son alimentados con leche de fórmula para bebé humano que es enviada
desde Inglaterra. Una vez que dejan de necesitarla, son enviados a otro centro
donde se les enseña a vivir en libertad para que, cuando estén preparados, sean
devueltos a la sabana. También tienen un orfanato de rinocerontes pero éste no
fuimos a visitarlo.
El
centro se financia con las entradas que cobran a los turistas para que puedas
ver cómo alimentan a los bebés elefante, donaciones privadas y de grandes
compañías y a través de un programa de padrinos en el que se paga un mínimo de 50$
al año por cada elefante apadrinado. Si te gustaría colaborar apadrinando uno,
puedes hacerlo pinchando aquí.
Mientras
los elefantitos toman su desayuno, te informan de sus nombres, edad y en qué
circunstancias fueron encontrados. En la fecha de nuestra visita, había 19
bebés elefante. Durante la charla, te informan de la importancia de no comprar
artículos de marfil, ya que éste elemento proviene del colmillo de elefante. El
precio del marfil en el mercado es tan alto, que para los furtivos es muy
rentable matar a los elefantes para conseguirlo. Por favor, no compréis nada
hecho de marfil. La vida de estos maravillosos animales depende de que
acabemos con este mercado.
Al día
siguiente, visitamos una “escuela” en Kibera, una de las zonas más pobres de
Nairobi. Habíamos encontrado su página por internet antes de ir y habíamos
hablado con ellos para hacer una visita al centro.
John, el
director, nos estuvo explicando que los niños que asisten a la escuela
provienen de las familias más desfavorecidas de Kibera porque allí la educación
no es gratuita y sus padres no pueden pagarla. En el colegio tienen dos
profesores titulados y el resto son voluntarios que van a dar clases y hacer
actividades con los niños.
Aparte
del colegio en sí, el centro dispone de otra casa donde están los niños más
pequeños y consta de una habitación donde pasan la mayor parte del día, dos
dormitorios (uno para niños y otro para niñas) y una cocina que es realmente
una habitación con una olla enorme. Estos dormitorios están ahí porque los
niños huérfanos comen y duermen también en la escuela. John nos explicaba que
el colegio se financia con donaciones y con lo que la gente del barrio puede
buenamente aportar.
Durante
la mañana que pasamos allí, estuvimos ayudando a pintar algunas partes del
colegio y estuvimos jugando con los niños. Tres de las niñas que había allí
estaban en edad de pasar al instituto. Lamentablemente, el instituto allí
cuesta 460 dólares (por estudiante) que la escuela no puede pagar, por lo que
las niñas estaban repitiendo curso para no olvidar lo que habían aprendido, en
espera de que un buen samaritano invierta ese dinero en su educación. Como John
nos explicó, ellos no verían ese dinero. La persona que haga la donación,
pagaría directamente el colegio para que esas niñas puedan tener una
oportunidad.
Si
te estás planteando viajar a Nairobi y quieres visitarles o colaborar con ellos, puedes ver toda la información de su página
pinchando aquí.
Kenia es
un país precioso. Merece la pena visitarlo. Los paisajes son preciosos, su
fauna y su flora es impresionante, sus gentes son muy amigables y abiertas.
El
problema allí es que sus gobiernos no invierten en política social. Puedes ver
claramente las diferencias sociales. Pasamos momentos muy duros cuando los
niños nos pedían dinero o caramelos. Para los ojos de un europeo, acostumbrados
a nuestras cosas, nuestras casas, nuestros lujos, en definitiva, es
muy triste ver niños cargando leña o agua, para llevar a sus casas al salir del
colegio. Caminando kilómetros para ir a clase. Mujeres, incluso abuelas,
cargando sacos de hortalizas o leña sobre la cabeza. Niños con la ropa o los
zapatos rotos porque no hay dinero para comprar otros.
Esa es
su vida. Es la única que conocen. Y son felices. Y nosotros, que tenemos más de
lo que necesitamos, estamos todos el día lamentándonos de lo que nos falta…
Como dirían ellos: Hakuna Matata. Aprovecha el momento y no te amargues
por lo que sale mal. La vida sólo se vive una vez.
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